Los lectores de este humilde blog habrán notado que desde hace más o menos dos meses, no actualizo más allá de los fragmentos semanales de las novelas que gratuitamente comparto aquí. El motivo principal tiene nombre, rabo y cuatro patas: Freya. Es hija de Chuck, nuestro perro, y desde el 13 de abril forma parte de la familia. Han sido semanas duras, de poco dormir, de mucho limpiar, de estrés pero, sobre todo, de diversión y de aprendizaje, que nos han servido para a día de hoy no solo estar encantados con la nueva situación en casa, sino para confirmar lo que otros dueños perrunos nos decían por la calle cada vez que preguntábamos: que tener dos perros a la vez es genial. Tiene, como todo, su lado bueno y su lado malo, pero los cambios que hemos visto en Chuck (y en nosotros mismos, claro) en tan poco tiempo han sido espectaculares.
Me he decidido a escribir esta entrada por si le sirve de ayuda a alguien que esté pensando en poner otro perro en su vida. En nuestro caso particular, teníamos un macho de casi 3 años y metimos una hembra desde cachorrita (apenas 1 mes de edad).
Freyita dinamita, al par de días de llegar a casa. El pobre hipopótamo pasó a mejor vida poco después.
Empezamos a planear darle una compañera a Chuck el año pasado, pero debido a que nos tuvimos que marchar a Madrid una temporada, no pudo ser. Por eso, cuando este año se nos presentó la oportunidad de quedarnos con una hija de Chuck, no nos lo pensamos. He de empezar diciendo que lo que más nos preocupaba no era cómo iba a estar la perrita (porque iba a estar bien cuidada), sino cómo iba a reaccionar Chuck. Es un perro muy bueno y leal, dominante con otros machos, y con un gran apego a nosotros, tanto que lo pasaba mal cuando lo dejábamos solo (al trabajar mi marido y yo desde casa, le acostumbramos a estar siempre con alguien; error por nuestra parte). Por ello, nos preocupaba que no fuera a tolerar bien la llegada de un nuevo bichejo.
Chuck y Freya, uno de sus primeros contactos directos. Nótese la postura rígida de ambos, sobre todo de él.
En efecto, su primera reacción fue de mosqueo total y los primeros días se mostró un tanto esquivo, con comportamientos extraños. Pero leímos por Internet algunos trucos que nos funcionaron y que menciono:
- Siempre hay que respetar el orden de jerarquía, y en la manada, después de los humanos, primero va el perro que llegó antes a casa. Por ejemplo, a la hora de ponerles de comer, se le pone primero al mayor (servirle), aunque luego los dos coman juntos el uno al lado del otro.
- Algo que resultó esencial para que Chuck aceptase a Freya, fue tan sencillo como coger a la perrita, ponerla panza arriba en las manos y acercándola de culo hacia él (vaya, poniéndole el culo en las narices al mayor), ofrecérsela. Sí, como si fuera un “sacrificio” xD Le decíamos: “Mira, Chuck, toma”, y se la ofrecíamos. Él la olisqueaba. Así varias veces al día.
- Hay que mantener a rajatabla las rutinas del perro mayor. Respetar sus salidas, sus horas de comida, no descuidar su atención, jugar con él, pasear con él.
Para Chuck, la pelota amarilla es sagrada. El día en que vimos a Freya con la pelota en la boca sin que Chuck se cabreara, supimos que él estaba cambiando.
Y poco a poco, a medida que Freya fue creciendo, Chuck dejó de verla como un elemento extraño a reconocerla como una semejante…
Una de las primeras veces en que se pusieron a jugar con el mismo juguete… Ahora lo hacen constantemente xD
… y ella encontró un compañero de juegos ideal (estos Jack Russell son pura energía), pero, sobre todo, un modelo a seguir. Porque la principal ventaja de tener un segundo perro, es que el perro que llega a casa aprende todo rapidísimo a base de imitar al mayor.
Freya llegó a casa con solo un mes, pero ya tenía los dientes. El primer día le dábamos agua con una jeringa y pienso reblandecido. Al segundo día ya bebía agua sola, y comía pienso seco en un par de semanas. La guerra del periódico la tiene más o menos controlada (aunque ha costado lo suyo que acierte 2 de cada 5 veces) y ahora que ya estamos empezando a sacarla a pasear un rato cada día, está aprendiendo a hacer sus cosas (las cosas mayores xD) en la calle. Estoy segura de que lo ha captado tan rápido por Chuck.
A día de hoy, juegan mucho juntos. No nos resulta raro escucharlos en el pasillo en medio de una batalla campal tirando cada uno de un extremo de un juguete…
La cabrona no le tiene miedo a la ducha, y eso que ha pasado par de veces por ella…
… o dejar de oírlos y pillarlos en plena trastada conjunta.
También hemos empezado a dejarlos solos de vez en cuando. Con Freya no quisimos cometer el mismo error que con Chuck y desde cachorra hemos procurado que sea independiente. Con apenas mes y medio se iba ella sola a dormir a una habitación aparte mientras nosotros estábamos en el salón, por ejemplo. Es decir, que está acostumbrada a no buscar constantemente nuestra compañía.
A veces duerme el uno en la cama del otro. Esta fue la primera vez en que durmieron los dos próximos sin inmutarse.
Salvo algunos destrozos logísticos (se cargaron el cartón con el que les “impedíamos” el paso del pasillo al salón), los resultados de dejarlos a ambos solos han sido muy positivos. No han hecho ruido, no han hecho grandes destrozos y se han hecho compañía mutua. En este sentido, estamos encantadísimos.
Simbiosis perruna xDDDDD
Tener dos perros no significa que te puedas olvidar de ellos con la excusa de “ellos solos se entretienen”. No. Significa que los tienes que pasear a los dos (nosotros les damos cuatro salidas al día, tres de ellas cortas y una de mínimo una hora de caminata), que tienes que jugar con ellos, que tienes que llevarlos al veterinario, ponerles sus vacunas, su chip, comprarles su comida, bañarlos, etc. Son más gastos y más trabajo (es un decir, puesto que ya que sacas a uno, sacas a dos, no notas apenas la diferencia), pero si son perros sociables y sanos, que se tengan el uno al otro es ideal.
Sí, cuando están muy a gusto, los se ponen en posición “pornochú”. Es un espectáculo.
En apenas dos meses, Chuck está más tranquilo, más sereno y maduro, todo ello sin dejar de ser un perro juguetón, activo, cariñoso y valentón cuando le toca. Me hace gracia, porque a veces le pillo dándole lametones a Freya y cuando se da cuenta de que le estoy mirando, para y me sostiene la mirada, como si tuviera que mantener su reputación de perro malote. En el fondo, sé que la adora.
Momento “tiessno”
En resumen: si se están planteando tener otro perro, se los recomiendo. Es una experiencia enriquecedora para todos. Habrá momentos duros, pero con paciencia, cariño y predisposición no solo a educar a los perros, sino a ustedes mismos, pronto se quedarán solo con lo bueno.
Y es que la vida con ocho patas es más divertida.
